domingo, 27 de marzo de 2016

Carrera y su época vista por John L. Stephens

Stephens


John L. Stephens llega a esta región en el año de 1839, como diplomático oficial del gobierno de Estados Unidos en Misión Especial y Confidencial a Centro América, como el mismo lo detalla en su libro de crónicas Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán. Por esas mismas fechas Francisco Morazán luchaba en muchos frentes para sostener la Federación y, el expansionismo imperialista yanki, se estaba tragando Texas con todo y sus dos millones de kilómetros cuadrados arrebatados a México.  Rafael Carrera y Turcios, el cachureco insigne y atroz (cachurecos: así se les llamaba a los conservadores de la época que combatían a los liberales representados por el hondureño Morazán), ya había pasado de ser forajido y asolador de la paz a máxima figura del Estado de Guatemala, sin ser Presidente, aunque luego se sostuviera durante más de 18 años con el título de Presidente Vitalicio (1847-1865).
Carrera

Inclaudicable enemigo de Morazán, sitió varias veces Ciudad Guatemala, la tomó, puso de rodillas a la aristocracia criolla y elevó el catolicismo a categoría absoluta en el poder como respuesta a las leyes anti-clericales del Gobierno Federal. Sin embargo, durante un tiempo desesperado, Morazán pudo vencerlo en reiteradas ocasiones, poniéndolo en fuga, por lo cual, la aristocracia de Ciudad Guatemala llegó a ofrecerle la Dictadura Perpetua, una aguda trampa, por supuesto, con lo que buscaban orillarlo a la claudicación de sus principios liberales. Morazán se retiró a San Salvador cuando creyó consolidada la paz en Guatemala pero muy pronto, los clérigos volvieron a la carga utilizando a Carrera como ariete y, como consecuencia, el Gobierno Federal llegó a su fin.

Estos son los días aciagos que Stephen encuentra y, son estas las condiciones de convulsión las que le permiten llegar hasta Copán y ofrecer 50 dólares por las ruinas, cometido que logró y que, a la postre, con toda y su increíble desfachatez, mostraría al mundo la enorme herencia de la civilización maya en Honduras. Chaterwood, acompañante de Stephens, logró transmitir a través de sus dibujos de las ruinas, la irreal belleza de las estelas y la exquisita sofisticación del trazado urbano de la antigua ciudad. Una cal de cal y una arena, entonces: el duo logró dejar huella en la historia arqueológica universal y también describió la vulnerabilidad política que le permitió al imperialismo yanki entrar como Pedro por su casa a la región pos Morazanista.
Morazán

Stephens solo tiene palabras de halago para Morazán, se admira de su intachable conducta, y de Carrera, dada su mayor cercanía en Guatemala, logra darnos una aguda mirada a la psique de este otro caudillo. Esto es lo que me ha atrapado de la lectura de Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán: el conocer la vertiente indigenista de Carrera, en cuyo fondo existía una sublevación en ciernes, y en toda forma, de las naciones indígenas hartas de los abusos y contradicciones de las élites criollas (Morazán, al fin de cuentas era criollo), y tal como lo dice Stephens, con la consabida mirada colonial:
"Los indios constituían las tres cuartas partes de los habitantes de Guatemala; eran los dueños hereditarios de la tierra; por primera vez desde que cayeron bajo el dominio de los blancos, se encontraban organizados y armados bajo un jefe de su propia raza, quien prefirió por el momento sostener al partido central. Yo no simpatizaba con este partido, porque creía que en su odio hacia los liberales estaba adulando a un tercer poder que podía destruirlos a los dos; acompañándose de una bestia salvaje que en cualquier momento podría volverse y hacerlos pedazos. Yo estaba persuadido que ellos jugaban una partida con la ignorancia y con los prejuicios de los indios, y por medio de los sacerdotes, con su fanatismo religioso, divirtiéndolos con fiestas y ceremonias de iglesia, persuadiéndoles que los liberales intentaban la demolición de los templos, la muerte de los sacerdotes y hacer volver al país (...) a la oscuridad; y en la confusión general de los elementos, no había un hombre a disposición suficiente entre ellos, con la influencia de nombres y posición social, para reunir a su alrededor a los hombres más capaces y honrados del país, reorganizar la despedazada república y salvarlos de la desgracia y del peligro de humillarse a un muchacho indio, ignorante y sin educación".

Con todo lo que ya sabemos en cuanto al aprovechamiento de la situación política que luego articularía los Estados Unidos, la descripción de Stephen es valiosa para hacernos esas preguntas acerca de la confusa nacionalidad que surgió en los estertores de la primera colonia española. Creo que es momento de revalorar ciertos significados posteriores y los que ahora, en el caso de Honduras, pretenden elevar estructuras de poder a la más pura usanza de aquella época, sin ningún tipo de vergüenza en sus consignas y auto denominaciones cachurecas.

A continuación, dos pasajes del libro en mención:

"Enero 1o de 1840. Este, día tan lleno de recuerdos del hogar-nieve, y rojas narices y labios azules fuera de las casas, y flameantes fuegos y bellos rostros adentro, amaneció en Guatemala como una mañana de primavera. El sol parecía regocijarse ante la hermosura de la tierra que alumbraba. Las plantas florecían en los patios, y las montañas visibles por arriba de los tejados de las casas, estaban sonrientes de verdor. Las campanas de treinta y ocho iglesias y conventos proclamaban la llegada de un año nuevo. Las tiendas estaban cerradas como en día domingo; no había mercado en la plaza. Los caballeros, bien trajeados, y las señoras con negros mantos cruzábanla para asistir a la misa mayor en la catedral.
La música de Mozart henchía las naves. Un sacerdote en una extraña lengua proclamaba la moralidad, la religión y el amor a la patria. El piso del templo estaba atestado de blancos, de mestizos y de indios. Sobre un alto banco opuesto al público estaba sentado el Jefe del Estado, y a su lado Carrera, otra vez vestido con su valioso uniforme. Yo me recliné contra un pilar del lado opuesto y observé su rostro; si no me equivoco había olvidado la guerra y las manchas de sangre de sus manos, y toda su alma se encontraba llena de fanático entusiasmo; exactamente como los sacerdotes querían mantenerlo. Yo verdaderamente creo que él era sincero en sus impulsos, y que habría hecho lo justo si hubiera sabido cómo hacerlo. Los que tomaron a su cargo el guiarlo tienen una tremenda responsabilidad. Terminada la ceremonia, se abrió un camino entre la multitud. Carrera, acompañado de los sacerdotes y del Jefe de Estado, torpe en sus movimientos, con los ojos fijos en el suelo, o con furtivas miradas, como inquieto de ser objeto de tanta atención, caminó bajo la nave. Unos mil soldados de apariencia feroz estaban apostados frente a la puerta. Un estruendo atronador de música lo saludó, y el semblante de los hombres resplandeció de devoción hacia su jefe. 
Desplegose una ancha bandera con franjas de negro y rojo, con una divisa de una calavera y huesos en el centro, y en un lado las palabras "¡Viva la religión!" y en el otro "¡Paz o muerte a los Liberales!". Carrera se puso a la cabeza con Rivera Paz a su lado y con la horrible bandera flotando al viento y una atronadora y penetrante música, y, con el silencio de la muerte alrededor, escoltaron al Jefe de Estado hasta su casa. ¡Cuán diferente del día de año nuevo en el hogar!"

"Por la tarde, en compañía de Mr. Hall, asistí a la última reunión de la Asamblea Constituyente. Tuvo lugar ésta en la antigua Sala de Congreso; la pieza era grande, adornada con retratos de antiguos españoles distinguidos en la historia del país, y escasamente alumbrada. Los diputados estaban sentados en la plataforma al extremo del salón, elevada más o menos a seis pies, y el Presidente en un puesto más elevado en un sillón; dos secretarios junto a una mesa más abajo; y sobre la pared el escudo de la República, en cuyo fondo había tres volcanes  simbolizando, supongo, el combustible estado de la nación. Se encontraban presentes como treinta diputados, sentados a ambos lados, siendo más o menos la mitad de ellos sacerdotes, con vestido talar negro y bonete del mismo color; y por lo opaco de la luz de la escena me transportó a la edad media, y me pareció estar presenciando una reunión de inquisidores."

jueves, 17 de marzo de 2016

Gustavo Castro entrega segunda carta

Esta es la segunda carta que hace pública el compañero Gustavo Castro, testigo presencial e invaluable, retenido por las autoridades hondureñas para efectos de la investigación interna en el caso del asesinato de la compañera Berta Cáceres. 

No se si algún día estas líneas lleguen a ustedes.

Vine a Honduras con tanta ilusión. Hacía muchos años que no venía. Pero le agradezco a Berta que me haya invitado. Amiga del alma desde hace tantos año, ella y su familia. Pese a todo lo vivido no me arrepiento de haber venido ni de haber sido elegido por el destino para poder despedirme de mi querida amiga.

Me duelen tanto mis heridas aunque ya van cicatrizando, pero me duele más el dolor del querido pueblo hondureño que no se merece esto, nadie nos lo merecemos. Siempre hemos admirado a este pueblo noble lleno de valentía y lucha por una vida digna para todos y todas, donde quepan todos, sin distinción y con justicia. Esa fue la lucha de Berta.

Así como siento el amor del pueblo hondureño por México, así es el amor que siento por este hermoso país, por sus paisajes, por su naturaleza y sobre todo por su gente, por su orgullo de ser catrachos. No dejemos que ni los asesinatos ni los gorgojos nublen la esperanza ni el paisaje.

Cuando en México me topo por las calles con migrantes de esta tierra, no resisto el acercarme para tenderles la mano y reconocer su valentía, porque sé la travesía que llevan a cuestas, y el dolor por lo que dejan para seguir la ruta de la vida, de la esperanza, de buscar algo mejor. Y me digo y les digo, no se vayan, regresen, el viaje es difícil, nuestra gente, nuestra tierra nos necesita. Y les despido con una palabra que Berta siempre me decía: “Cheke!”.

Nuestra tierra es generosa, nuestra sangre la misma, los mismos lazos mesoamericanos que nos unen desde siempre y que nos invitan a luchar, al igual que Berta, por una vida más digna y mejor para todos.

En estos días de espera por reunirme con los míos, mucha gente hondureña me ha mandado su solidaridad y saludos de afecto. A todos les agradezco tanto, tanto. Berta significaba mucho para mí como para todos ustedes. Berta fue una mujer excepcional que luchó por una Honduras mejor, más digna, más justa, por un país para todos. Su espíritu crece en el corazón del pueblo hondureño, porque no la enterramos sino que la sembramos para que desde La Esperanza, alimente la esperanza.

Que no les quepa duda, he apoyado todas las diligencias que me han pedido las autoridades a la hora que me lo han solicitado, más de diez, y lo seguiré haciendo para que se haga justicia.

Aunque siempre las autoridades me dijeron en múltiples ocasiones que me podía ir, incluso dispusieron de un helicóptero para salir de La Esperanza a Tegucigalpa, a última hora me solicitaban que me quedara para nuevas diligencias, lo que siempre he aceptado. Por el momento ya hice todo lo que está en mis posibilidades. Tengo vida, tengo familia. Desde México nunca dejaré de apoyar y siempre estaré dispuesto a ayudarlos para encontrar la verdad. Para ello tenemos entre ambos países un Tratado sobre Asistencia Jurídica Mutua en Materia Penal entre los Estados Unidos Mexicanos y la República de Honduras.

Desde México seguiré asumiendo la responsabilidad histórica que tengo con el pueblo de hondureño, con Berta y su familia y con el Copinh. En mi cuerpo llevo tatuadas las heridas para toda la vida que nunca me dejarán olvidar este compromiso.

Agradezco al Copinh haberme recibido. Son gente hermosa, sencilla, digna de sus ancestros, dignos de estas tierras maravillosas, y es un pueblo con un espíritu incansable de lucha por preservar su identidad y su lugar de origen, admirable en su respeto a la naturaleza y por su amor a Honduras. Y eso también se los admiro y agradezco mucho a ellos. Son también lo que el mundo conoce y respeta de Honduras, son esperanza, son la semilla de donde germinará con más fuerza el espíritu de Lempira, de los pueblos ancestrales, del pueblo hondureño. Han sido ejemplo e inspiración de muchos en todo el mundo, como también lo han sido para el pueblo hondureño. Del mismo modo son ejemplo de dignidad todas las organizaciones sociales, campesinas, indígenas y garífunas y que luchan por un país mejor. A todos ellos les agradezco tanta solidaridad.

Agradezco a mi Embajadora y al Cónsul por todo su apoyo invaluable, que me han recibido con los brazos abiertos y protectores para poder hacer frente a esta situación tan adversa.

Agradezco toda la solidaridad hondureña y la internacional por el cariño a Berta y por sus generosas muestras de preocupación. Sus miles de cartas, firmas y mensajes que no tengo cómo pagar.

Pronto habrá justicia.
Gustavo Castro Soto


La primera carta, donde reveló que la escena del crimen fue modificada, se encuentra en el siguiente link:

http://www.elheraldo.hn/pais/937407-466/gustavo-castro-el-escenario-del-crimen-de-berta-fue-modificado

martes, 15 de marzo de 2016

José Luis Quesada, Honduras - Entrevista

Warren Ulloa, narrador tico, me contactó para darme la tarea de buscar a Pepe Luis y entrevistarlo. La entrevista salió hace unas semanas en la Revista Digital Literofilia, que Warren dirige y que, para esta entrega, decide dar una muestra de la literatura hondureña. Les comparto por igual las fotos que logré sacarle esa espléndida tarde donde mi silencio fue el de una bóveda milenaria.

http://literofilia.com/?p=24065






La gata voyeur expone


Esta viene a ser mi tercera muestra en colectividad. La primera fue en junio del 2009, en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa. Tegucigalpa, Ciudad Imaginada se llamó esa expo curada por el artista salvadoreño Walterio Iraheta y mi serie llevaba el nombre de Camuflash. La segunda participación que tuve fue en el Museo de la Identidad Nacional en el marco del Festival Ícaro de Cine Centroamericano, en agosto del 2014. La muestra llevó el nombre de Cine Zero y mi serie se titulaba Tristeza Organdí. Ahora, mi serie a exponer en colectividad se llama Inánime y el colectivo es La Gata Voyeur formado por Carlos Palma, Délmer Membreño y yo, teniendo como invitado a Ariel Sosa.
No es nada fácil exponer bajo los propios recursos por estos rumbos, sin apoyo institucional o plataforma artística dinámica, pero el asunto es que prescindimos de todo ello y nos enteramos que sale mucho mejor que sea así por todo lo que implica en autodeterminación y libertad en la elección de espacios. El artista Adonay Navarro nos ha ofrecido la oportunidad de montar en su galería en Valle de Ángeles, Como era antes, y así, llega por fin el día de mostrar lo que por tantos meses ha sido reflexión y producción.

Les dejo esta creativa solución para entender fácil la mecánica de la luz en la fotografía. A modo de celebración, por supuesto.