miércoles, 18 de junio de 2014

Soy un hombre

Frente italiano, 1943. Un soldado estadounidense posa en monumento a soldado desconocido.

 El mismo casco, el mismo M-1, quizá el mismo soldado que fue a Europa convencido que luchaba por la libertad aquella, la del pionero que se regó por las planicies, hacia el oeste, en busca de las pieles de castor y de mapache. El mismo gesto de un hombre que se sienta en una roca para tomarse la foto con el Gran Cañón del Colorado atrás, pero esta vez con otro abismo atrás: el viejo soldado italiano más que harto de la eternidad. Mimo bélico. Mimo mortis. Gi american anonymous.

Protesta contra el racismo, EEUU, principios de los años 60.

Y de vuelta a casa a parar la otra guerra. La de los afro-americanos que piden ser considerados hombres, los hombres que lucharon junto a los blancos contra los blancos. Soy un hombre y no soy un hombre. Luchar en la guerra no fue suficiente, no harán estatua de mí, ni de la estatua de ese soldado italiano que hecho carne bajó en los muelles de Nueva York y se perdió, todo estatua entre las estatuas, detrás de las barras en los bares de Brooklyn, codo a codo con los meseros negros de doble turno. Gi neri. Gi-bayonetas. Gi sin monumentos con placa de bronce diciendo "SOY UN HOMBRE".

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