lunes, 24 de marzo de 2014

Spinoza born to kill

Los Espinoza están en guerra. Su país no se llama Honduras, se llama Espinoza y también tiene himno, escudo, árbol nacional y todo. Tiene hasta un venado cola blanca de mascota y una flor casi extinta en el ojal, una frágil Brassavola.

Los Espinoza nunca han pulido más lentes que los de sus mirillas telescópicas y les importa un bledo que, en otro mundo, existiera Baruch rumiando galimatías filosóficas. Ellos están hartos y se llevaron a otros hartos tras ellos. El ejército los sigue a través de las montañas de San Luis Comayagua y de Esquías. Los Spinoza meditan en sus cuevas. Saben dónde quedaban las playas del cretácico Mar de Esquías y se dan un baño de 26 millones de soles acumulados. Hacen castillos de arena con la punta de sus fusiles y se entrenan contra el hastío de saberse perseguidos por todo un ejército de pijiabolos.

En el Estado Mayor Conjunto (vacío), los tratan como forajidos, pero se dan cuenta, perfectamente, que   si no ha ocurrido una revolución ideológicamente articulada es porque la revolución natural de los excluidos y ninguneados, ya viene ocurriendo día a día, de la manera más anárquica -y más preocupante aún-, de la manera más natural y atroz.

F.E.

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