lunes, 14 de octubre de 2013

Entrevista a Carlos Clará, Los pasillos imaginarios - Manuel Vicente Henríquez, ContrACultura, El Salvador


Carlos Clará, poeta de la «Generación noventera», presentó este mes su libro «Los pasillos imaginarios». Esta es la entrevista que le hizo el escritor Manuel Vicente Henríquez para contrACultura. 
Por Manuel Vicente Henríquez B. (*)
Fotografía principal: César Camilo Méndez.
San Salvador.- Tarde calurosa de sábado. Le gente, poco a poco, comienza a llegar al salón de conferencias de La Casa Tomada. Es un público heterogéneo: Estudiantes, adultos mayores, niños, escritores, académicos y mujeres. Todos muy diferentes, pero con algo en común: les une el gusto por la poesía y, en este caso, por escuchar la poesía de Carlos Clará, poeta de la «Generación noventera», que luego de catorce años de silencio editorial, publica su nuevo poemario Los pasillos imaginarios.
Carlitos, como le dicen sus amigos, es reacio a aparecer ante los medios, a dar entrevistas, a ser el centro de atención. Sin embargo, en esta ocasión, accede a hablar para contrACultura sobre su proceso creativo, sus poemas y su labor de editor, que acompaña −en paralelo− a su oficio de poeta. A continuación, sus reflexiones:
Sabemos que el proceso de creación de un libro tiene como una historia. Entonces quisiera que nos contaras cuál es la historia detrás de este tu nuevo poemario.
Bueno, yo creo que hay dos historias. Uno: la historia de Montaje invernal, porque está ligada a este libro. ¿Cómo así? Cuando yo hago Montaje invernal, que realmente iba a ser como el libro del grupo El Cuervo, íbamos a publicar cuatro; en ese momento éramos: Danilo Villalta, Osvaldo Hernández, Erick Chávez y yo. Pero, por alguna razón, solo nos quedamos Danilo y yo e hicimos Montaje invernal; pero era un libro…no exagero cuando digo que era urgente.
¿Por qué?
Porque todos estaban publicando en ese momento, los de mi generación, y nos dimos a la tarea de existir editorialmente y publicar una obra. No sé ahora, tendría que platicarlo con Danilo, pero con él lo consideramos un «error necesario», teníamos que salir, publicar, teníamos que estar en la órbita.
¿Cuándo salió ese libro?
En 1999, ya hace catorce años. Cuando hago la selección, sale Montaje invernal y se me quedan fuera los poemas que yo consideraba un poco más fuertes o digamos con alcances más grandes, mayores que los que estaban enMontaje invernal; y yo dije: «Esto lo voy a guardar para otro momento». Montaje invernal es un libro que ahora yo escondo un poco, porque, creo que es natural, tendrá algunos aciertos pero no creo que sean muchos. Así, Los pasillos imaginarios tienen su origen en esa discusión de Montaje invernal.
Ahora, ¿qué es lo que hace especial ese material que no entra en Montaje invernal? Acá viene la segunda historia deLos pasillos imaginarios. Resulta que me estaban sucediendo varias cosas en ese momento, varias situaciones que yo podría decir eran muy dolorosas, con mayor impacto en mi vida. Y yo dije: «Bueno, voy a seguir escribiendo con esa tónica». Se había muerto mi papá, nueve años antes; mi hermano había sido asesinado por el ejército, ocho años antes; mi mamá estaba en un proceso de cáncer bien avanzado. Entonces esas eran las circunstancias en que yo empecé a escribir Los pasillos imaginarios, que no se llamaba así; en algún momento se llamó «El bullicio de las cosas», pero escribo Los pasillos imaginarios cuando mi mamá muere. Y esas son un poco las historias. Ya lo demás… si Los pasillos imaginarios cierran en el tiempo, en hechos, yo diría que cerraron hace cinco años.
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Manuel Vicente Henríquez entrevista a Carlos Clará en La Casa Tomada (Centro Cultural de España). Fotografía: Inés Ramírez.
Y bueno, catorce años después, ves publicado un libro; eso no significa que has dejado de escribir. Pero, ¿qué significa para vos ver este libro publicado?
Bueno, significa muchísimo, significa que ya pude soltar mi búsqueda, mi exploración poética durante todos estos años. Qué pasaba, cuando yo escribía, aun cuando no tuviera los recursos poéticos de Los pasillos imaginarios, siempre volvía a esta obra, era como un imán. Cuando lo cierro este año y se lo doy a mi editor, ya empiezo a escribir otra cosa. Esto se llama «Peces invisibles», ya llevo la mitad, en menos de seis meses; o sea, el lapso creativo de catorce años se redujo a seis meses y probablemente a cuatro más; es decir, en más o menos un año voy a terminar los «Peces invisibles».
Entonces podríamos decir que Los pasillos imaginarios son el cierre de un ciclo vital y, también, poético.
Totalmente. Yo creo mucho en eso. Me gusta lo que decía Ernesto Sabato: que en la vida se pueden escribir tres libros esenciales, de acuerdo al rompimiento con los absolutos, lo demás es relleno, sin ningún respaldo. Yo creo eso. Ahora «Peces invisibles», que es el nuevo poemario que estoy trabajando, no quiere decir que sea menor a Los pasillos imaginarios; lo que pasa es que, creo yo, que crecí tanto con Los pasillos imaginarios a nivel de exploración, entendí muchas cosas, que se le ha hecho mucho más fácil a los «Peces invisibles» verse beneficiado.
Ahora quisiera saber, ¿cómo ha influido tu labor de editor en tu obra poética, pero a la vez, también, cómo ha influido tu oficio de poeta en tu labor de editor?
Ambas se han influenciado. Por un lado, la edición me ayudó para entender que si uno apuesta por un proceso y ve los resultados como un fruto, no hay prisa, no hay prisa. Si un libro es bueno −en el caso que fuera bueno− va a tener acogida en cualquier momento. Yo sí me hubiera arrepentido, creo yo, si hubiera publicado Los pasillos imaginarioscasi de inmediato; seguramente no tendría el alcance que, creo yo, tiene el libro ahora, no lo sabemos. Los lectores y el tiempo lo dirán. Pero en esa medida, en entender ese proceso, en entender además qué es lo que uno puede tener en las manos, me ayudó la edición.
Ahora bien, ¿cómo me ayudó la poesía en la edición? Me ayudó…como ya venía entendiendo de procesos creativos, me enriqueció mi visión como editor. ¿En qué sentido? Cuando yo veo materiales, yo más o menos puedo entender cuál es la trama, cuáles son los cables debajo de las palabras y de los párrafos y puedo deconstruir eso, a partir de mi conocimiento de los procesos creativos, precisamente. Creo que me ha ayudado muchísimo a afilar herramientas.
En otra entrevista reciente dijiste que mucho de tu trabajo poético tiene que ver o está influenciado por la música. ¿Cómo la música ha influenciado en tu obra?
Muchísimo, tanto así y me voy a adelantar: Después de «Peces invisibles», quiero hacer un proyecto, quiero hacer un poemario que esté ligado directamente a toda la música que me ha influenciado. Para mí la música significa también tiempo; o sea, mis procesos vitales también están ligados a un soundtrack de la vida. Cuando yo oigo una canción, es como si leyera un poema de ese momento. Pero esa inquietud no está vaciada como yo quisiera en ningún poemario, ni siquiera en «Peces invisibles». Entonces, creo yo, que va a necesitar una publicación a parte, un poemario, un proceso nuevo, donde vaya íntimamente ligada la música con el producto poético.
Para terminar, se dice que el país no es un país de lectores, no es un país con gente que lee; pero, sin embargo, pudimos ver ahora, en esta presentación de tu libro, «casa llena». ¿Qué opinión te merece eso? ¿Qué pensás de toda esa gente que vino, además de oír tu poesía, a comprar tu libro?
Me sorprende y no. ¿Por qué? Porque yo siempre he creído que el secreto de la edición y de la creación, convertida editorialmente en algo concreto, que sería en este caso el libro, la clave es acercarse al público. Si usted ve, yo soy una persona muy aislada, yo paso periodos bastante largos en que nadie me ve, ya que la edición me consume muchísimo tiempo y tengo que entrar en la cabeza de otros para hacer un buen libro, para entenderlos, entonces dejo a un lado mi material. Pero, cuando salgo, trato de buscar esa retroalimentación, es decir, preguntarle a la gente: Usted qué piensa, cuál poema le gusta…
¿Y con quién buscás esa retroalimentación?
Escucho a la gente. Con los lectores, con la gente que me interesa. Estoy hablando, ahora, como autor. Intento acercarme y escuchar. Y me ha dado resultados increíbles; me ha dado lecturas, para mí, insospechadas de mi material. Incluso hay un material que al fin entendí, luego que un lector me dijera lo que pensaba. «Es cierto, eso es lo que quise escribir», pensé, luego de hablar con él. Es una cosa que te abre el panorama. Yo creo que ese punto: de acercarse a la gente, de entender, de escuchar, no para escribir para ellos, sino de conocer nuestro material, desde cómo lo ve y lo interpreta el lector. Y eso la gente lo agradece.
Ahora, como editor, sobre ese mito de que el salvadoreño no lee, yo siempre he sospechado, siempre he dicho, a la menor oportunidad, de que sí existe un nivel de lectura en el salvadoreño. Más bien, el punto sería: cuál es el nivel ideal de lectura que el salvadoreño necesita. O que queremos, ¿verdad? Para tener una sociedad desarrollada, para que el libro esté en la canasta básica de cada persona. Ese sería otro punto. Pero cómo entender que en un país que tiene casi tres periódicos con un tiraje de cien mil ejemplares diarios, solo comparado con el periódico La Nación de Costa Rica o con unos cuantos periódicos en México, ¿la gente no lee? Claro que la gente lee, por eso la labor del editor es hacer materiales que a la gente le agraden, que además informen, que además sientan que es algo útil. Y en esto entra la no ficción y por lo tanto, también, arrastra a la literatura, que genera ventas.
Entonces, vemos que en el país hay un interés, interés de diversos lectores, que lo pueden a uno volver popular, pero ser popular no significa no tener calidad. Yo creo que se le puede dar a la gente calidad, se le puede tratar bien y se le puede generar esa empatía, con un autor y con su obra.
(*) Comunicador, narrador y columnista de contrACultura.


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