lunes, 3 de enero de 2011

The division bell o la memoria partida en dos

Hermano: hoy te hiciste inmaterial, y me pareciera que fue ayer que caminamos largas horas por Managua, para donde agarrara el siguiente cruce o rotonda. La cosa era caminar y creer que la poesía era suficiente plática. No recuerdo muy bien lo que me decías sobre Octavio Paz y lo peor, la expresión de tu rostro se me esfuma -ambas cosas eran enseñanzas para guardarlas-, pero recuerdo muy bien tu risa y la forma en que te preocupabas por las cosas simples que te contaba de mí.


Nos conocimos en aquel Festival Paíspoesible, en el 2004 ¿te acordás? y fue tan refrescante iniciar con vos esta amistad que resultó todo un descubrimiento de hermandad. Luego caminamos kilómetros por Madrid y nos entrevistamos con la hi-8 que aún funciona. Eso fue en el 2005, y revisando, ahí aparecés un tanto asqueado de Europa. No te gustó Madrid, no te sorprendía -me dijiste-; "me aburren estas pinturas del Greco y de Goya, estas estatuas antiguas y esto otro, lo que sea que represente para la monarquía que las mandó a hacer... yo prefiero lo moderno, lo que está al otro lado, ahí en el Reina Sofía..." Y desde ese momento te comenzaste a divertir con los guardias de seguridad, tomando fotos desde cualquier ángulo, como si fuera una coreografía, y te deslizabas hacia atrás como Michael Jackson, y te reías incontrolable ante la estatua de Calígula.


No, no te gustó El Prado, pero lo soportaste por acompañarme y hablar. Recordá que junto a Alan Mills, Mercedes, Carlos Clará y el poeta filólogo mexicano Jorge Ortega nos fuimos para el Mobydick a bailar funk hasta la madrugada, sorbiendo hasta el último recoveco del zacapa, hasta la última locura de echarnos una carrera cien metros cuesta arriba en ese barrio madrileño, de madrugada. ¿Quién ganó? pues claro que vos, pero, decime ¿estaba tan cuesta arriba tu vida? ¿era tan de madrugada siempre?


Francisco: decime que pusiste a Pink Floyd. Decime que pensaste en lo bien que se miraba el mar cuando temblaba y todos huían de las playas y vos te quedabas solo, dueño de tanta inmensidad...


Francisco: hoy enterraron un bosquejo de vos. No eras vos y tampoco se puede decir cuánto más te quedaba por dar ¡esa es una expresión mierda, brother!, ¡vos ya estabas dando mucho más que los amantes de lo inconcluso! Lo que no entenderán es que ya hablabas con desapego, que ya dejabas la sentencia bien clavada en nosotros, que caminar era irse de casa y no volver, y que bailar era el trance, el remolino derviche, la sopa de letras que hay que revolver hasta que desaparezca todo.


Fran: Decime que escuchaste a Pink Floyd.

F.E.

1 comentario:

Karen Valladares dijo...

A Frank lo conocí en Acapulco, Guerrero,México, en agosto del 2010, yo estaba en el lovi del hotel el mirador, el día que el llegó. mientrás estaba yo en una computadora revisando el correo, lo reconocí, porque no lo conocía en persona. Se acercó a mí y nos saludamos muy alegres. Recuerdo que días después propuso a Wingston Gonzales, Beatriz Peréz Pereda, Teresa Avedoy e Iris Garcias Cuevas, que nos escaparamos de las actividades y que nos fueramos a ver el mar. Casí lo hacemos pero nos agarrón en el acto.