domingo, 16 de agosto de 2009

Taki Onqoy: la resistencia profunda de nuestros pueblos



La expresión "Dios ha muerto" no es un patrimonio exclusivo de Nietszche. Desde muchos siglos antes, los pueblos andinos la habían conocido a través de una de sus corrientes místicas más impresionantes, el Taki Onqoy, la fe milenarista que causó tantos dolores de cabeza a los españoles y que fue sustento de una de las resistencias indígenas más antiguas contra la conquista. Los sigueirntes son fragmentos de Imperio, el enorme libro sobre el imperio español que escribió el inglés Henry Kamen.
Por sus ecos, hoy, tiene la misma actualidad como en su tiempo fundamentalista, donde el poder se regía por las pautas de la fe y del militarismo:


"Las experiencias de Albornoz con la religión de los indios le impulsaron a denunciar la existencia de un extendido movimiento de ¨idolatría¨ conocido como Taki Onqoy (palabra quechúa que significa "la enfermedad de la danza") cuya existencia ya conocía el clero local desde al menos 1565.

Basándose en la información proporcionada por Albornoz y otros religiosos se supo que durante muchos años el área montañosa del Perú central, que se centra sobre todo en torno a la región de la ciudad de Huamanga pero que también se extiende desde el sur de Lima hasta la parte norte de la provincia de Arequipa, había sido sede de un movimiento cultural radical que se oponía a la religión y a la sociedad existentes.

La coincidencia de fechas con la resistencia inca en las montañas de Vilcabamba es fortuita, porque los apóstoles de Taki Onqoy tampoco admitían los principios de la religión incaica. Según el clérigo local, "les seguían mucha gente e les decían que no creyesen en Dios ni en sus mandamientos, ni adorasen en las imágenes e cruzes, ni entrasen en la yglesia, ni se confesasen con los clérigos, sino que se confesasen con ellos, porque venían a predicar en nombre de las guacas Titicaca e Tiaguanaco e de muchas otras guacas, y que ya estas guacas avían vencido al dios de los cristianos y que ya era cabado su tiempo".

El dios de los cristianos, por lo demás, era un dios mudo. Esta afirmación nos trae a la memoria el breviario que Atahualpa arrojó al suelo porque no hablaba. Los predicadores de Taki Onqoy, para demostrar la certeza de sus prédicas, levantaban la cruz cristiana en las casas de los indios y se dirigían a ella, pero ésta no respondía. La huacas que llevaban con ellos, por el contrario, les hablaban. "Veis", decían, "que éste que nos habla es nuestro dios y a éste debemos de adorar".

Las huacas eran objetos votivos de todas clases, domésticos o públicos, grandes y pequeños, que formaban parte de la vida cotidiana de la antigua (y también de la moderna) religión peruana; pero el significado de esta palabra era notoriamente impreciso. Los andinos daban nombre de huaca tanto al objeto como al espíritu que estaba presente en ese objeto; se refería con mayor frecuencia a piedras cuya forma y dirección tenían por lo general alguna importancia. Pero las huacas podían ser también rocas, picos montañosos y ríos...

El Taki Onqoy mantenía algunos aspectos de la religión preincaica de los Andes. Su rasgo fundamental era el Taki, o "cantar histórico", carecterística común de las reuniones sociales y ceremoniales de la época prehispánica....

Sus adeptos creían que "todas la huacas del rreyno, quantas avían los cristianos derrocado y quemado, avían resucitado; que todas andaron por el ayre hordenando el dar batalla a Dios, y vencelle y que ya le traían vencido. Y que cuando el Marqués entró en esta tierra avía Dios vencido a las guacas y los españoles a los indios. Empero que agora dava la buelta al mundo, y que Dios y los españoles quedavan vencidos desta vez y todos los españoles muertos".


Algunos autores españoles trataron de comprender y explicar el significado de los objetos que los andinos reverenciaban, pero a pesar de todo resolvieron a favor del uso de la violencia. Una violencia no solo verbal, en sermones que condenaban como si fueran ídolos los objetos votivos y a los predicadores nativos como si fueran brujos. También existía una violencia física, en la que los objetos tradicionales se quemaban de modo ritual y se azotaba públicamente a los sospechosos...




Otra fuente:


Cuando las huacas resucitaron y se unieron para combatir al Dios de los Cristianos, se encarnaban en hombres quienes bailaban presos de profundo éxtasis y llamaban al retorno del Antiguo Orden, era el Taki Onqoy. Los Españoles lucharon contra esas encarnaciones del Diablo : el cura Cristóbal de Albornoz excomulgó y reprimió a miles de indígenas y destruyó todas las huacas.

Pero no podía destruir el canto del agua y de las cascadas, esa música del Diablo y de los Espíritus, que brota de la Tierra y de las Montañas para comunicar a los seres humanos su fuerza y su magia.

Todos los viernes santos, los diablos cantan, están contentos. El Cristo está muerto y las divinidades ancestrales vuelven y toman posesión del mundo. Danzantes y músicos repiten ese día en un lugar secreto para celebrar su vuelta. Los mejores de entre ellos tienen un pacto con el Huamani, quien les protege y les acompaña a cambio de su vida. “Tienen su fuerza dentro de sus cuerpos y pueden realizar las pruebas: arrojarse desde lo alto de las torres, bailar sobre el arpa tal como si fueran plumas. Tienen un poder extraño ya que son Danzantes del Diablo.”

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