miércoles, 3 de diciembre de 2008

Furia - Salman Rushdie


Malik Solanka, el personaje central que Salman Rushdie crea en su novela Furia, descarga este monólogo sobre New York.
Desbordado por la intensidad y contradicciones de la ciudad, Solanka (Rushdie) encuentra en su ansiedad la visión de todo un sistema en debacle, con una sensibilidad que casi raya en la profecía:

"Tras la fachada de aquella edad de oro, de aquella época de abundancia, las condiciones y el empobrecimiento del individuo humano occidental, o digamos de la persona humana en América, se estaban haciendo más anchos y profundos. Quizá aquella desintegración más amplia debía hacerse visible en aquella ciudad (New York) de vestiduras ardientes y enjoyadas y cenizas secretas, en aquella época de hedonismo público y temores privados.

Hacía falta cambiar de dirección. La historia que acababas tal vez no fuera nunca la que habías empezado. ¡Sí! Volvería a hacerse cargo de su vida, soldando sus yo divididos. Los cambios en sí mismo que buscaba los iniciaría y realizaría él. Basta de aquella deriva miasmática y ausente. ¿Cómo había podido persuadirse de que aquel burgo loco por el dinero bastaría para salvarlo, aquella Gotham en donde jokers y pingüinos se desmadraban sin ningún Batman (ni siquiera Robin) que frustrara sus planes, aquella Metrópolis hecha de criptonita en la que ningún Superman se atrevía a poner pie, en donde se confundía la riqueza con los ricos y el placer de poseer con la felicidad, en donde la gente llevaba una vida tan pulida que las grandes verdades ásperas de la cruda existencia habían sido alisadas y abrillantadas, y en la que las almas humanas habían vagado tan separadas durante tanto tiempo que apenas recordaban como tocarse; aquella ciudad cuya legendaria electricidad alimentaba las barreras eléctricas que estaban levantando entre hombres y hombres, y también entre hombres y mujeres?

Roma no cayó porque sus ejércitos flaquearan sino porque los romanos se olvidaron de lo que significaba ser romano. ¿Podría ser que aquella nueva Roma fuera en realidad más provinciana que sus provincias; podrían haber olvidado aquellos nuevos romanos qué y cómo estimar, o lo habían sabido alguna vez? ¿Eran todos los imperios tan indignos, o era aquel especialmente tosco? ¿No había ya nadie en aquel empeño bullicioso y abundancia material dedicado a la explotación profunda de la mente y el corazón? Oh América Soñada ¿terminaría la búsqueda de la civilización en la obesidad y la trivialidad, los Roy Rogers y Planet Hollywood, en US Today y E!; en la codicia de los concursos televisivos de un millón de dólares o el voyeurismo documental; o en el eterno confesionario de Ricki y Ophra y Jerry, cuyos invitados se asesinaban entre sí después del show; o en un chorro de ofensivas comedias a cual más tonta destinadas a jóvenes que se sentaban en la oscuridad gritando su ignorancia a la pantalla; o en las mesas inaccesibles de Jean-Georges Vongerichten y Alain Ducasse?

¿Qué pasó con la búsqueda de llaves escondidas que abrían las puertas de la exaltación? ¿Quién demolió el Capitolio y lo sustituyó por una fila de sillas eléctricas, esas traficantes de la democracia de la muerte, en donde todos, los inocentes, los deficientes mentales y los culpables podían morir uno al lado de otro? ¿Quién pavimentó el paraíso y construyó un estacionamiento? ¿Quién se conformó con un George W. Gush agorero y un Al Bore embushcado? ¿Quién dejó salir de la jaula a Charlton Heston y se preguntó luego por qué morían niños a disparos?¿qué fue, América, del Santo Grial? Oh vosotros Galahads yanquis, vosotros Lanzarotes de Indiana, oh Percivales de corral de ganado, ¿qué fue de la Tabla Redonda?"

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